La muerte del Wifi

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Carlos Fernández Zarapico | Propietario de Lalita Café 
La ciencia ficción nos había preparado para una pandemia en forma de escasez de agua, recursos de primera necesidad y en la mayoría de las ocasiones zombies. Pues el año 2020 nos tenía preparada una pandemia en forma de créditos al 3% de interés y reducciones de aforo.

Durante estos largos meses, la gran mayoría de hosteleros, se ha visto obligado a meterse en casa y aguantar el tipo entre comedias románticas de una plataforma de pago, literatura que estaba en la lista de cosas por hacer y esa vieja bicicleta estática.

Lectura recomendada: «Los consumidores creen que la hostelería es poco o nada responsable de los rebrotes»

Mayo se asoma al calendario, con mucha incertidumbre, comienzas a generar unos protocolos, para que tu equipo de trabajo sea capaz de aguantar esta nueva etapa con las mayores garantías posibles, guardas mesas en el almacén, compras cacharritos de gel, carteles informativos, etc. un suma y sigue de modificaciones con el dinero que no tenías.

La hostelería local saca pecho y demuestra que es ágil y flexible. Es capaz de adaptarse a lo que viene y si le dejan, a mucho más.

Pero, ¿qué ocurre con los espacios públicos? Toda esa barbaridad que nos cobran en cuotas e impuestos, que toda la casta política se llena la boca para decir que tenemos el sistema público más avanzado del planeta.

Entonces, se presenta una nueva amenaza ante nosotros, el monstruo del Wi-Fi. Bibliotecas municipales, salas de estudio, facultades, clubes de la juventud,….todos cerrados o con un límite de aforo terrible.

Esas personas buscan espacios donde poder enchufarse a la red y echar el rato. Lo que antes era una postal europea con gorros de lana, camisas coloridas, un café y un ordenador diseñado en California pero fabricado en China se convierte en una amenaza para el sustento de tu negocio. Entonces ahí pasas de un plumazo de ser el garito moderno con inspiración noruega a ser la cafetería chula donde falta Wi-Fi.

Nosotros nos hemos adaptado a esta crisis, la cuestión ahora es: ¿Se adaptará el cliente a nosotros? ¿Será comprensible y cuando termine ceda su asiento a otro parroquiano? ¿Es capaz el cliente de comprender que un pequeño negocio no puede soportar el coste de una persona ocupando un espacio durante un largo periodo de tiempo por 1,50€?

Entonces, ante la incertidumbre del tiempo que vendrá, yo me adelanto a él y apagué el router. Porque si no tienes Wi-Fi nadie puede enfadarse contigo.

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