¿Por qué fracasan algunos directivos de la restauración?

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Domènec Biosca| Madrid

2 enero 2013

Son innumerables las causas por las cuales los directivos fracasan en su gestión, pero si tuviera que resumirlas en forma de espejos, estos serían siete. Si el directivo se mira en ellos y encuentra algunas manchas en su rostro, por lo menos sabrá por donde empezar a quitarlas.

1.- Falta de empuje. Presionar es el trabajo más duro del directivo y para ello hace falta tener empuje, energía, vigor, ganas, «pegada» y fuerza mental para ir contracorriente. Es más fácil domar a un fanático que dar vida a un cadáver. Los ejecutivos fracasan más por cadáveres que por fanáticos. No fracasan por probar y errar, fracasan por no probar, por no presionar. No estallan, se apagan. Pueden ser varias las causas: inseguridad personal, falta de facultades  físicas, profesión inadecuada, estar en un nivel inadecuado, falta de preparación técnica, falta de preparación psicológica o porque solo trabaja porque debe hacerlo. ¿De qué otra manera alimentaría a su familia? Pero no hace bien su trabajo porque no tiene verdadero interés en hacerlo. Cualquier ejecutivo que se encuentra en esta situación sufre básicamente de doble personalidad. Su cuerpo está en un lugar y su mente en otro.

[pullquote]Si después de mirarse con humildad a estos siete espejos, han notado alguna mancha, tranquilo, acabo usted de empezar a borrarla si mantiene un tratamiento adecuado[/pullquote]

2.- Falta de imaginación. La segunda causa principal del fracaso de los ejecutivos lo concretaría en la falta de imaginación. Les falta habilidad para prever lo que queda por hacer, son mejores obedeciendo que conduciendo, no pueden responder del paso siguiente. Son expertos en el análisis de hechos ya ocurridos. No salen al encuentro de los problemas, retroceden hacia ellos. No prevén los errores de su personal. Cuando se producen, buscan culpables en lugar de formarlos adecuadamente, viven en una constante crisis y sobresalto, conducen sin visibilidad. Prefieren el dictado a la redacción.

3.-La falta de estilos compatibles. Cuando cada ejecutivo viene de su casa con su estilo y estos no son compatibles, estalla el departamentismo, los búnkers. La capacidad de comunicarse, los detalles, el ser amable, la agilidad, son partes de este estilo que nada tiene que ver con aptitudes específicas de unos productos o servicio. Son carencias difíciles de demostrar, pero que enturbian las relaciones y derrumban la eficiencia.

4.- La incapacidad de comunicarse. «Convence cuando habla», qué difícil es encontrar ejecutivos con esta cualidad. El hacerse entender es el arma básica de cualquier ejecutivo para que le sigan. Pero para ello debe tener algo que decir y dominar la técnica de la comunicación, prepararse cada comunicación, estar convencido.

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5.- La incapacidad de sumar. El querer tener razón, el creer que los galones de mando dan de por sí la razón lleva a la apatía de los colaboradores. Hay que exhibir unas grandes dotes de saber escuchar, es decir, de sumar ideas, opiniones para que los colaboradores se vean y se sientan útiles. Solo así pondrán su compromiso, de lo contrario, pondrán su presencia y un mínimo esfuerzo.

6.- La incapacidad de dimitir. Cuántas y cuántas veces oímos que un ejecutivo no está de acuerdo con alguna decisión tomada por sus superiores, pero calla por delante y critica por detrás. Queda agazapado esperando a que fracasen para surgir con felina agilidad manifestando el consabido «yo ya sabía que ocurriría», pero no tuvo el valor para decirlo, sí para murmurarlo por detrás. Cuando uno no está de acuerdo debe comunicarlo con suficientes argumentos y escenificación para intentar persuadir. Si no lo consigue, tiene dos opciones, o asumir la decisión y colaborar a su éxito o dimitir. Hay muchos, demasiados, que ni intentan persuadir, máximo susurran, ni ayudan al éxito de la decisión, ni dimiten. Se convierten en dimitidos mentales, pero siguen cobrando. Son enemigos en nómina.

7.- La incapacidad para satisfacer necesidades. Hay quienes creen que son fichados porque son ingenieros, economistas o especialistas en cualquier cosa o para ocupar un despacho con secretaria y teléfono, todos ellos se olvidan de que fueron fichados única y exclusivamente para satisfacer las necesidades de los clientes, para conseguir que repitan, y también para conseguir que los otros clientes, los empleados, repitan en eficacia. No es por, sino para lo que fueron fichados.

Si después de mirarse con humildad a estos siete espejos, han notado alguna mancha, tranquilo, acabo usted de empezar a borrarla si mantiene un tratamiento adecuado. Los hay. Búsquelo, aplíqueselo con energía y constancia. ¡Ah! No olvide volver a mirarse en los espejos de vez en cuando.

Artículo extraído de “Cómo dirigir con éxito un restaurante”. Si quieres saber más acerca de los consejos que ofrece Domènec Biosca a todos los negocios del sector de la restauración y hostelería, puedes adquirir sus libros en www.educatur.com

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