El restaurante donde sus comensales caminan a cuatro patas

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Roma, 11:10 de la mañana. Bar Tiberi. 

Una señora elegante, con abrigo de piel estrictamente ecológica, empuja un cochecito de dos plazas en una cafetería del centro y reprocha en voz alta a su marido: “Pero ¡cómo diablos te olvidaste de darles el biberón a los gemelos! La leche ya estará congelada y deberían haber comido hace media hora…”. 

La camarera, también madre (deduzco), tras radiografiar aquel degenerado con desaprobación, hace explicita muestra de comprensión por la sobrecargada mujer. Luego desvía la mirada dentro del cochecito, buscando caras regordetas y manitas rosadas de bebé, aproximándose a ellos con aquella sonrisa que los adultos les reservamos a las criaturas, convencidos de que nos vayan a corresponder de inmediato y porque les hemos caído bien. 

Por suerte la naturaleza es sabia y a los neonatos no les importa un comino parecer impertinentes. La camarera se queda estupefacta cuando, por debajo de las mantas rosas y azules, vislumbra dos caras un tanto alargadas, tupidas, de color canela, y dos ojos lánguidos como peces en el océano. Los «gemelos», hembra y macho, son dos juguetones cachorros de galgo. Me tomo mi café en mi taza caliente y pienso que aquella pareja -si tuviese un gato- sería capaz de comprarle un móvil para que jugase con ello en la cama. Y una jaula auto-eficiente para el loro, con correa de marca muy pet-à-porter. 

La humanización de las mascotas 

El fenómeno de la humanización de las mascotas equivale a un negocio valorado en 160 mil millones de euros al año en el mundo, 30 mil millones en Europa invertidos en alimentación, atención médico-veterinaria, medicamentos, higiene, belleza, “educación”, productos y servicios de entretenimiento, ropa, viajes, juegos, cosméticos e incluso gimnasios. Por supuesto la Pet Economy ha traspasado también el segmento de la Restauración. Y no me refiero solamente a establecimientos donde acudir con mascotas sino a establecimientos gastronómicos para mascotas.

Justo hace un par de semanas ha abierto en la capital italiana el primer restaurante para perros (y para dueños, aunque de este paso les podrían enviar para allá en taxi).  Se trata de un restaurante gastronómico, situado en Via Flaminia 502, en el norte de Roma, que se autocelebra e como el primer restaurante en Italia (y en Europa) con cocina especial para mascotas.

Una «cocina para perros» logísticamente separada de la cocina para los propietarios (o clientes sin perros), con un veterinario que se ocupa del menú paso a paso y un adiestrador profesional siempre presente para garantizar que los perros se separen o se acompañen por especie, tamaño y sexo, para evitar que se enfaden y molesten también al resto de comensales del restaurante. 

Piensan en todo en “Fiuto” (lit. Olfato). Hay una terraza exterior y una sala interna con cocina abierta. Existen zonas diferenciadas, separadas entre sí por paneles de latón, mesas para los propietarios y camas especiales para los huéspedes perrunos. Todo parte de una cocina central, donde se realizan las primeras elaboraciones, luego se recogen los ingredientes útiles para la composición de los «bowls» para perros, pasando a la cocina que es un laboratorio donde se terminan los platos para que se presenten con mimo en un emplatado muy cuidado. 

¿Quién dijo que sólo los humanos saben apreciar ciertas armonías?

Estoy deseando (o no) echar un vistazo al Instagram de este lugar. El entrenador profesional permanece presente en la sala: es él quien trata a los perros y los lleva a las mesas más adecuadas, pensando en la separación entre tamaños pequeños y grandes, machos y hembras y en los caracteres de las distintas razas, además de responsabilizarse de la elección de luces suaves que no molesten los ojos de los perros, así como de la lista de reproducción de canciones relajantes, para evitar que los perros se agiten durante la cena. 

La Pet Economy ha traspasado también el segmento de la Restauración. Y no me refiero solamente a establecimientos donde acudir con mascotas sino a establecimientos gastronómicos para mascotas.

Federica Marzioni

La primera cafetería con estas características abrió en Berlin en el 2015 cuando acaba de entrar en vigor una ley que prohibía la entrada de los animales en buena parte de los espacios públicos del país. Anteriormente se había dado una apertura parecida en Londres, en un formato pop-up, o sea un espacio temporal para promover una linea de productos de comida para perros y gatos, posteriormente distribuida en otros comercios. Por cierto, la comida era gratis para las mascotas. También Barcelona tiene un bar con estas características, curiosamente cerca de la playa donde, en cambio, las limitaciones al acceso con perros son estrictas.

Pero ¿cómo hemos llegado a tener un restaurante para perros en Roma? La respuesta es una foto compleja, con un revelado desgranado. Apuntaba a un fenómeno urbano clarísimo: la humanización de los animales domésticos en un marco más amplio que abarca, en general, la infantilización de la sociedad adulta. Tal vez estemos en una confusión general, de planos, de aspiraciones, de roles que prestan el flanco a la parte más depredadora de nuestro sistema económico, aquella que se alimenta de los sinsentidos humanos y luego los vomita, cual Saturno con sus retoños. 

¿Qué comen los perros sentados?

La carta muestra una serie de cuencos, todos disponibles en 4 tamaños según el tamaño: el pequeño a 8 € (para perros de 2 a 10 kg), el mediano a 12 € (para perros de 11 a 20 kg), el grande a 16 € (para perros de 21 a 30 kg) y el extra grande a 20 € (para perros de más de 31 kg). Las variantes de cuencos disponibles son: cuenco de pollo (arroz, pollo, guisantes), cuenco de carne (arroz, ternera, zanahoria, parmesano), cuenco de pescado (arroz, bacalao, calabacines), cuenco de verduras (arroz, patatas, ricotTa).

También hay segundos platos: nuggets de pollo y puré de patatas, lomo de cerdo con calabacines y zanahorias en juliana, bacalao con ricoTta y calabacines cocidos, huevos duros con crema de guisantes y fontina (un bol pequeño por 10 euros, un bol mediano por 14 euros, bol grande a 18 euros y bol xl a 22 euros.El menú se completa con la tarta para perros, elaborada con carne picada, puré de calabaza, clara de huevo y tres bebidas: extracto de calabacín y arándanos, extracto de manzana verde y sandía, extracto de pera, fresas y plátano.

¿Qué come la gente sentada?

El restaurante ofrece tartar de gamba roja, desde la carbonara hasta el risotto de marisco entre los primeros platos; carrillera de ternera, pintada rellena entre los segundos, dando paso a los postres con tiramisú de calabacín, arroz con leche, tarta tatin de manzana y piña en almíbar. Se presta especial atención a la carta de vinos, con etiquetas de toda Italia.

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Seguramente la pareja con el cochecito porta-galgos estará enterada de la última novedad en la ciudad. Probablemente al momento de la reserva se aseguraría tener dos tronas para los bebés y una mesa en un espacio suficientemente tranquilo, alejado de barullo del rincón reservado a las citas combinadas por alguna agencia matrimonial para perros. Ya les tocará a ellos también algún día, cuando mamá y papá aflojarán un poco la correa.

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